Sentados en la mesa: un ciego, un sordo, un mudo y un cuadraplégico.
El ciego quería que alguien le entregara su tenedor, pero el sordo no le oía, el mudo no podía decirle a los otros que quería levantarse de la mesa y salir pronto de ahí y el cuadraplégico sólo observaba en silencio su comida.
El sordo creía que alguien tocaba a la puerta, pero como nunca había oído sonido alguno, no sabía si quiera como sonaba la madera a un golpe; el ciego ni si quiera conocía su rostro, el mudo quería gritar sin conocer su significado y el cuadraplégico podía asegurar que alguien estaba afuera pero no podía salir de su lugar.
El mudo quería decir que no quería comer más, el sordo juraba que había movido su boca para decir algo, el ciego no sabía si quiera que el mudo estaba ahí y el cuadraplégico esperaba paciente a que alguien le diera de comer o abriera la puerta.
El cuadraplegico comenzó a llorar... El ciego ignoraba lo que sucedía, el sordo no entendía porqué caían gotas de agua de los ojos del que estaba frente a él (del cual apenas y tenía conocimiento) y el mudo no sabía cómo consolarlo.
Si no hay comunicación, no hay complemento. 5 perfectos desconocidos. Una historia sin sentido.